Recordemos siempre que así como la naturaleza y las flores, hagamos lo que hagamos, siempre dependemos sólo de Dios, que Él es quien nos da nuestro valor y no dependemos de nada ni nadie más, ni de que nada ni nadie más nos de nuestro valor; por eso jamás debemos sentirnos menos, ni apagarnos sólo porque no cumplimos los exigentes requisitos que personas ambiciosas, interesadas o altivas buscan en nosotros.
Que al igual que todas las flores en la naturaleza somos personas únicas, diferentes y nadie tiene derecho de querer cambiar nuestra manera de ser.
Tampoco tenemos por qué mendigarle atención, afecto ni amor a nadie.
Por eso debemos orar a Dios, para que sea Él quien nos llene con su amor y que quien quiere estar en nuestra vida nos sea de añadidura; pero no impresindible, y que se decida para que esté y si no que se vaya; pero a medias, tibio o indeciso, no queremos ni necesitamos a nada ni a nadie porque si vieneo está en nuestra vida en un estado inseguro, tibio y sin entrega total a nosotros, sólo nos hace perder el tiempo que podemos dedicarlo a Dios, a las cosas de Dios y relacionarnos con otras personas, que si nos valoran, que si quieren conocernos, que les conoscamos y que si quieren estar con nosotros porque quieren ser parte de nuestra vida.