Por Cira Arroyo Fuentes
¿Ustedes saben por qué hay tantos locos en el psiquiátrico?
-Según mi opinión porque muchos más locos que ellos los internaron allí, debido a que fueron víctimas de personas egoístas que nunca les dejaron o permitieron ser, o de doctores que por haber estudiado tanto, creyéndose perfectos ó saberlo todo, tomaron la decisión de internarlos, por quedarle bien a los familiares o a quienes los llevaron allí para que los internaran.
Ahora les hago estas dos preguntas:
¿Quienes habrán sido más locos?
¿Quienes internaron a los pacientes, o los pacientes?...
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viernes, 29 de junio de 2018
Amante de la vida rústica y sencilla
© Cira Arroyo Fuentes 29/06/2018 12:15 p.m.
Ser amante de la vida rústica y sencilla es lo más práctico porque te hace tener libertad, paz y disfrutar de verdad, porque no tenemos que andar estresados por todo, ni por el dinero, ni porque se pueda hacer un desorden, ni por la acción que se pueda dar en la casa a cualquier hora, ... en fin, ... es una vida fácil, económica de llevar, en donde cuando pasan las diversas actividades hogareñas, se ordena fácilmente y todo al final luce bien y fresco otra vez, en espera de que se lleve a cabo la próxima actividad cotidiana o algún evento especial con la familia o con amistades.
Esta vida te evita tener grandes dolores de cabeza que te amarguen la vida por algo que se te caiga y se deteriore un poco porque tú mismo ingeniosamente puedes repararlo a tu manera, sin que se note siquiera, poniendo a pensar al artista que llevas dentro.
Lo rústico es bello porque no te limita a la perfección, sino que te abre el camino para que en medio de la imperfección hagas maravillas, haciendo lucir todo fresco, natural, en acción y vivo.
Es relajante el poder mirar un mueble con la marca de los años y del uso que muchos les han dado porque cada marca o imperfección en ellos cuentan una historia, y entre más viejo sea, más luce una misteriosa belleza.
Recuerdo que de niña iba a pasear a la pequeña y antigua casita de una viejecita en dónde me sentía super bien, muy feliz y libre porque todo allí era de madera y tenía marcas por todas partes, que hacían denotar que allí por muchos años, había existido mucha vida y acción de generación en generación.
Era una casa en la que cuando uno llegaba se sentía mucha tranquilidad y gran frescura, porque las ventanas también eran de madera y "se abrían de par en par" dejando pasar libremente todo el aire de afuera, y como no tenía adornos peligrosos que se pudieran caer o quebrar con la fuerza del viento, o que alguien por accidente pudiera dañar o quebrar, ni muebles o cosas lujosas que alguien pudieran robarse, no había nada de que preocuparse.
Sólo tenía muebles sencillos, no llamativos y muy prácticos, que eran unos escaños rústicos muy largos y confortables, los necesarios de verdad, para poder sentarse cómodamente, y al centro una cómoda mesa de madera nada más.
En la cocina había un fogón de leña con un modesto moledero que era muy grande y largo, hecho con una tabla de madera buena y muy fuerte, que no tenía pintura, pero era gruesa y muy espaciosa, la cuál tenía muy fuertemente sujetada sobre una esquina una antigua máquina de moler maíz que nunca se quitaba porque tenían que usarla a diario y constantemente.
En ese moledero o tabla inmensa era donde preparaban todas las comidas que quisieran con gran libertad y sin andar teniendo mucho cuidado porque al final, cuando todo ese remolino de acción cotidiana de ollas y comida que pasaba sobre ella se quitaba, fuera para lavarla o sólo limpiarla, ordenarla y dejarla sin nada, siempre esta terminaba luciendo muy fresca y bellamente rústica.
Este ambiente tan sencillo, pacífico y ameno atraía ó convidaba a familiares y amistades que con suma libertad se llegaban diariamente y en cualquier momento a pasear, para olvidarse de sus preocupaciones y desestresarse: a estudiar, leer un libro o simplemente a armar camaradería con la viejecita y toda la gente que llegaba a verla.
Les fascinaba ir porque allí en esa casita no se escuchaban ni pleitos, ni gritos, ni gente incómoda, ni al dueño cobrando dinero a otros por haber causado algún daño porque como todo era sencillo, práctico y no había ningún mueble o adorno delicado ni costoso que se pudiera dañar o romper.
No se veía ni escuchaba a ninguna persona encolerizada castigando a otra o a niños, por haber desordenado ó roto algo valioso o no, fuera con mala intención ó por accidente.
Allí nadie había tenido nunca que ir al hospital por causa de haber recibido alguna paliza ni había estado en peligro hasta de muerte, con motivo o no, fuera por haber causado algo malo por accidente o intencionalmente, por envidia o la razón que fuera. Como en esa casita no había nada exageradamente valioso, ó de peligro que se pudiera romper todos los que vivían allí o les visitaban pasaban gratos y pacíficos momentos siempre.
Ser amante de la vida rústica y sencilla es lo más práctico porque te hace tener libertad, paz y disfrutar de verdad, porque no tenemos que andar estresados por todo, ni por el dinero, ni porque se pueda hacer un desorden, ni por la acción que se pueda dar en la casa a cualquier hora, ... en fin, ... es una vida fácil, económica de llevar, en donde cuando pasan las diversas actividades hogareñas, se ordena fácilmente y todo al final luce bien y fresco otra vez, en espera de que se lleve a cabo la próxima actividad cotidiana o algún evento especial con la familia o con amistades.
Esta vida te evita tener grandes dolores de cabeza que te amarguen la vida por algo que se te caiga y se deteriore un poco porque tú mismo ingeniosamente puedes repararlo a tu manera, sin que se note siquiera, poniendo a pensar al artista que llevas dentro.
Lo rústico es bello porque no te limita a la perfección, sino que te abre el camino para que en medio de la imperfección hagas maravillas, haciendo lucir todo fresco, natural, en acción y vivo.
Es relajante el poder mirar un mueble con la marca de los años y del uso que muchos les han dado porque cada marca o imperfección en ellos cuentan una historia, y entre más viejo sea, más luce una misteriosa belleza.
Recuerdo que de niña iba a pasear a la pequeña y antigua casita de una viejecita en dónde me sentía super bien, muy feliz y libre porque todo allí era de madera y tenía marcas por todas partes, que hacían denotar que allí por muchos años, había existido mucha vida y acción de generación en generación.
Era una casa en la que cuando uno llegaba se sentía mucha tranquilidad y gran frescura, porque las ventanas también eran de madera y "se abrían de par en par" dejando pasar libremente todo el aire de afuera, y como no tenía adornos peligrosos que se pudieran caer o quebrar con la fuerza del viento, o que alguien por accidente pudiera dañar o quebrar, ni muebles o cosas lujosas que alguien pudieran robarse, no había nada de que preocuparse.
Sólo tenía muebles sencillos, no llamativos y muy prácticos, que eran unos escaños rústicos muy largos y confortables, los necesarios de verdad, para poder sentarse cómodamente, y al centro una cómoda mesa de madera nada más.
En la cocina había un fogón de leña con un modesto moledero que era muy grande y largo, hecho con una tabla de madera buena y muy fuerte, que no tenía pintura, pero era gruesa y muy espaciosa, la cuál tenía muy fuertemente sujetada sobre una esquina una antigua máquina de moler maíz que nunca se quitaba porque tenían que usarla a diario y constantemente.
En ese moledero o tabla inmensa era donde preparaban todas las comidas que quisieran con gran libertad y sin andar teniendo mucho cuidado porque al final, cuando todo ese remolino de acción cotidiana de ollas y comida que pasaba sobre ella se quitaba, fuera para lavarla o sólo limpiarla, ordenarla y dejarla sin nada, siempre esta terminaba luciendo muy fresca y bellamente rústica.
Este ambiente tan sencillo, pacífico y ameno atraía ó convidaba a familiares y amistades que con suma libertad se llegaban diariamente y en cualquier momento a pasear, para olvidarse de sus preocupaciones y desestresarse: a estudiar, leer un libro o simplemente a armar camaradería con la viejecita y toda la gente que llegaba a verla.
No se veía ni escuchaba a ninguna persona encolerizada castigando a otra o a niños, por haber desordenado ó roto algo valioso o no, fuera con mala intención ó por accidente.
En otras palabras, no había gente alterada por la pérdida de algo material, que quisiera vengarse de quien o quienes le habían causado algún daño.
Allí nadie había tenido nunca que ir al hospital por causa de haber recibido alguna paliza ni había estado en peligro hasta de muerte, con motivo o no, fuera por haber causado algo malo por accidente o intencionalmente, por envidia o la razón que fuera. Como en esa casita no había nada exageradamente valioso, ó de peligro que se pudiera romper todos los que vivían allí o les visitaban pasaban gratos y pacíficos momentos siempre.
Esta casita tan rústica,bella,confirtable y pacífica ya no existe, y su dueña tampoco; pero eciste y existirá
miércoles, 27 de junio de 2018
Basta
Por Cira Arroyo Fuentes 25/06/2018 06:55 a.m.
Hay momentos en la vida en que una dice, ... basta, ... estoy cansada de las vanidades del mundo, de ver gente exclava del comportamiento monótono y materialista en una sociedad ambiciosa, hipócrita y fantasiosa.
Una sociedad promiscua, que sólo actúa falsamente, por interés, que se vende al mejor postor y le da la espalda a lo real, sincero, legítimo y verdadero.
En fin, ... una sociedad que desprecia a lo más puro que es lo que nace de lo más profundo del alma y del corazón.
Que hace esto cuando algo o alguien se le escapa de sus garras, que no puede controlarle como si fuera un robot, porque continuamenre se le resbala de entre las manos y no pueden hacer con estas personas lo que se les antoja porque son gente libre con Dios que ya no se deja llevar por la corriente del mundo sino por Él Espíritu de Dios que les hizo libres y con un carácter individual o único para brillar con una personalidad que tenga brillo propio, sin tener que depender para nada del brillo de los demás.
El no permitirle al mundo que nos manipule y manosée y haga a su manera, ni que nos quiera implantar como si fuéramos monigotes su forma global de vida, hace que este nos vea como rebeldes, como si fuéramos bichos raros, pero esto a quienes somos libres con Dios ya no nos importa porque es a Él a quien le debemos respeto y al único que tenemos que obedecer y quedarle bien y no a las torcidas, locas y satánicas costumbres del mundo.
Hay momentos en la vida en que una dice, ... basta, ... estoy cansada de las vanidades del mundo, de ver gente exclava del comportamiento monótono y materialista en una sociedad ambiciosa, hipócrita y fantasiosa.
Una sociedad promiscua, que sólo actúa falsamente, por interés, que se vende al mejor postor y le da la espalda a lo real, sincero, legítimo y verdadero.
En fin, ... una sociedad que desprecia a lo más puro que es lo que nace de lo más profundo del alma y del corazón.
Que hace esto cuando algo o alguien se le escapa de sus garras, que no puede controlarle como si fuera un robot, porque continuamenre se le resbala de entre las manos y no pueden hacer con estas personas lo que se les antoja porque son gente libre con Dios que ya no se deja llevar por la corriente del mundo sino por Él Espíritu de Dios que les hizo libres y con un carácter individual o único para brillar con una personalidad que tenga brillo propio, sin tener que depender para nada del brillo de los demás.
El no permitirle al mundo que nos manipule y manosée y haga a su manera, ni que nos quiera implantar como si fuéramos monigotes su forma global de vida, hace que este nos vea como rebeldes, como si fuéramos bichos raros, pero esto a quienes somos libres con Dios ya no nos importa porque es a Él a quien le debemos respeto y al único que tenemos que obedecer y quedarle bien y no a las torcidas, locas y satánicas costumbres del mundo.
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