Por © Cira Arroyo Fuentes, 26/10/2023, 1:47 pm
Hay muchas filosofìas, doctrinas, creencias y prácticas inventadas por el hombre, según sus vivencias y experimentos de vida, para dirigir su vida, que se las creen tanto que se las apropian, poniéndolas por encima de todo, y hasta de Dios, que las practican y se consumen tanto en ellas, que sin darse cuenta les dan tanta vida y tanto poder, que les manipula a sí mismos y al darlas a conocer, empieza a manipular la vida de los demás y la nuestra, para tomar unos una posición de poder sobre los demás, según su creencia, enfocada en colocar a su inventor en un pedestal para que su creencia de como resolvió o vivió exitosamente su vida, sea seguida por muchos a través del tiempo, sea que esta persona esté aún viva o ya haya muerto; pero a la persona que ha tenido una o varias experiencias vivas con El Espíritu Santo de Dios, que es Él Primero que vagaba sobre las aguas, El Alfa y La Omega, El Principio y el Fin, que es nuestro Único Dios y creador de todas las cosas, no le pueden sembrar o implantar su creencia, su invento o forma de vida particular, creado por una persona para que se le siga a ciegas porque jamás la pueden engañar debido a que ella analiza, toma lo bueno y deja lo malo de cada una de estas creencias inventadas por muchos, al pasarlas por el filtro de Dios y su palabra.
Las creencias que eximen o quitan a Dios de todo, que sólo le dan poder al hombre de llevar y guiar el timón de su vida, de tener la capacidad por si solo de dirigirla y cambiarla haciendo creer que todo su existir depende de lo que él haga y de sus decisiones, están muy equivocadas porque definitivamente creo que sin Dios, hagamos lo que hagamos, no somos ni podemos hacer nada porque ninguna persona tiene el poder de darse a si misma soplo de vida, ni mandar o dar órdenes a su cuerpo para que abra los ojos y tome vida cada nuevo día y sólo Dios tiene el poder de permitirle que despierte, que tenga salud para que viva, al igual que despierta, sana y renueva a todo el universo, a la naturaleza, a todas las personas y a todos los animales cada nuevo día porque de Él dependemos todos, y nada existiría ni se podría mover ni hacer nada si no es por su Voluntad.
Creo firmemente que cuando el hombre está acostumbrado a sentirse fuerte y sano para dirigir su vida, si se le llega el momento en que se siente débil y ya no tiene fuerzas de avanzar, ni seguir llevando el timón de su vida, si es humilde y reconoce que Dios puede llevarlo cuando él no puede, verá grandes milagros sin siquiera mover un dedo ni hacer el más mínimo esfuerzo.
Creo que no es necesario que el hombre, por orgullo y jactarse de si mismo, de su poder, su inteligencia y su fuerza, pretenda hacer siempre todo por si sólo y llevar sus cargas, si Dios le da desde que nace, el libre albedrío de aceptar con humildad escoger tener de por vida su ayuda idónea en todo momento.
Creo que el hombre rebelde y orgulloso, que no reconoce a Dios, ni quiere entregarle su vida, ni aceptar su guía, ni su ayuda, se complica su vida más de la cuenta, por su afán de tener riqueza, poder, renombre y alcazar y lograr todo por sí solo, y jamás digo con esto que no hemos de esforzarnos, sino que cada quien debe hacer lo que está de acuerdo a su capacidad mental y fìsica; pero no jalarle más de la cuenta el rabo a la chancha porque se le puede reventar, todo por querer por su enfermizo y ensimismado orgullo y su enfermiza ambición, el lograr todo por si solo porque sólo cree en su propio esfuerzo y su propia fuerza nada más.
Al hombre o a la persona que es así tan ensimismada y perfeccionista, se le olvida que no todo el tiempo va a tener la misma fuerza mental y física para hacer, afrontar y ser la cabeza de todo, por eso sólo se enfoca en su presente pensando que siempre su ritmo de vida va a ser el mismo y que su cuerpo y su mente van a funcionar siempre igual; por eso pretende llevar ese ritmo acarrereado y productivo de vida por siempre, hasta que empieza a ver que su cuerpo y su mente ya no son lo mismo, ni su trabajo le rinde lo mismo que antes y que por más que se engañe, tiene que cambiar su ritmo de vida y con humildad delegar responsabilidades creyendo en los demás por su propio bien.
A la persona así, se le olvida que todo lo que hacemos debemos realizarlo paulatinamente y con paciencia en el tiempo, desde un estado sano de paz física y mental porque si no es así, y esto atenta o roba de una manera enfermiza nuestra tranquilidad, tarde o temprano nuestro cuerpo y nuestra mente nos va a pasar la factura, por eso debemos trabajar y luchar; pero con disciplina y enfocándonos o dándole prioridad a una cosa a la vez, que sea lo más importante para avanzar en ese momento de nuestra vida; pero no pretendiendo hacerlo todo ni conocerlo todo al mismo tiempo, ni queriendo abarcar más de lo que en nuestro estado podemos.
La persona así, que por orgullo o rebeldía, quiere brillar más que Dios y no quiere someterse ni a Dios ni su ayuda, y siempre lo desprecia, sufre mucho y pasa muchos trabajos por querer jactarse de hacer todo por sí solo; pero en algún momento de su vida da su brazo a torcer y si no lo hace lastimosamente se consumirá testarudamente en su propio orgullo y nunca podrá experimentar el actuar de Dios con los milagros que hace en la vida de quienes con humildad le reconocen y dependen totalmente de Él siempre para que les ayude a llevar y guiar el timón de su vida y especialmente cuando definitivamente se sienten completamente débiles, enfermos y que ya no pueden más y le seden por completo el timón a Él.
Los rebeldes y orgullosos están tan cegados por el materialismo, la vanidad del mundo y tan afanados y consumidos en el mundo carnal, que desconocen que sin Dios no son nada y se pierden de toda La Presencia de Dios durante toda su vida, por no tener la humildad y obediencia de seder ante Dios y el sabio conocimiento de la vida eterna que sólo Él nos puede dar.