Mucho se dice que la mujer perfecta para el hombre o que le atrae es la mujer con gran autoestima, orgullosa de sí misma, fuerte, bella, femenina, independiente, sin vicios, que tiene una fuerte personalidad, que irradia seguridad y carácter, que es leal, fiel y le dedica tiempo a él, que es trabajadora, que tiene postura recta, sonriente, positiva porque irradia seguridad y salud; pero qué pasa cuando la mujer se hace vulnerable porque se enferma, queda embarazada, tiene o queda con algún defecto o cicatríz o se avejenta porque el hombre se desencanta y ya no la acepta o quiere así, no quiere ni tiene paciencia para lidiar con ella y quiere remar o irse para buscarse otra que según él esté perfecta; pero si quiere que la mujer acepte que él sea imperfecto, infiel, con poca o nada de autoestima, feo por descuido, sin masculinidad, dependiente, vicioso, que tenga una débil personalidad, que sea inseguro, falto de carácter que no le dedique tiempo, que sea un vago incapaz de mantenerla, mantener un hogar y quizás ni de mantenerse a sí mismo, que no le dedique tiempo, que se vaya sólo para la calle, que tenga mal humor, enfermedades, defectos, cicatrices, gordura, vicios, etc.
Por eso hay tantos hombres y mujeres solas: por buscar tanta perfección, su falta de aceptación, comprensión y cuidado mutuo.
En conclusión, en la vida no todos los momentos que vivimos tanto el hombre como la mujer son todos de brillo y color de rosa porque todos tenemos nuestros triunfos y nuestros fracazos, tiempos de alegría y salud y tiempos de enfermedad; por eso si queremos tener una pareja en matrimonio como Dios manda, tenemos que ser muy valientes para vivir de acuerdo a Dios no sólo momentos buenos sino malos también para respetarnos, comprendernos y apoyarnos mutuamente como un solo cuerpo.
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