En la vida nos encontramos a muchas personas que son como piedras aplastantes, ambiciosamente sedientas de demostrarle a otros y a nosotros que lo que tienen ellos, sea su lujosa casa o mansión o propiedad es la mejor de todas, y siempre que se relacionan con alguien y los llevan a su casa es lo que están ansiosos de hacer resaltar para que los demás perciban su superioridad.
Mucho conversamos con personas que también; aunque ellas no vivan en una casa lujosa, una mansión o no tengan una gran propiedad o propiedades, cuando se llegan a nuestra casa nos empiezan a hablar de que fueron a la casa o casas de otras personas y empiezan a rajar con lo que no es de ellas por buscar de alguna manera hacer sentir mal o disminuir a otras personas o a uno cuando nos visitan.
Esta mala educación de hacer comparaciones entre casas y personas es muy desagradable y a estas personas pronto hay que ponerlas en ralla porque hay algo incómodo dentro de ellas que busca siempre incomodar y hacer sentir mal a otras personas.
En muchas ocasiones estas personas ignoran todo lo que ha tenido que pasar una persona para tener la casa y la propiedad que tiene, por eso se llenan la boca hablando fanfarronerías; pero su cerebro es tan chico y tan lleno de complejos que no tienen ni la maduréz ni la capacidad de discernir el valor que la persona a la que visita y compara con los demás, le da a su casa y a lo que tiene, sea esto mucho o poco.
Estas personas hablan así porque nunca han tenido que pasar por el fogueo ni la vida nómada forzada por la que si han tenido que pasar o vivir otros.
Muchos como nacen con la mesa servida ni aprenden nunca ni a valorar lo que tienen porque nunca han tenido que estar pendientes de un hilo con un pie en una casa que no es suya y con el otro pie sin saber su destino porque es muy incierto.
En este ajetreo que constantemente se da en la vida en que cada vez más personas están rentando sean casas o locales para negocios, muchos están luchando para ver como se escapan de la tramposa, rutinaria y exclavizada vida de alquilar, que no les permite crecer porque todo lo que se ganan con su arduo trabajo se queda en las garras de quienes le rentan ó se lo quedan o dejan los arrendadores o landors, haciéndose bastante difícil el poder escaparse de ellos.
El poder liberarse de esta vida depende de una firme decisión y un sacrificio que hay que pasar, de tener un manejo sabio del dinero y limitarse por un tiempo de muchas cosas para poder ahorrar y poder comprar sea una propiedad y un terreno vacío para construir o con una casa.
Cuando nadie ha vivido ni ha pasado por las dificultades de andar de casa en casa, alquilando de un lado para otro y sentir que nada es suyo, que no puede pintar, ni decorar, ni cambiar la casa, ni sembrar a su antojo, ni ha tenido que pasar por la experiencia de vivir como nómada forzadamente por no tener un lugar estable en donde vivir, jamás es capaz de entender lo que vivieron o viven aún otras personas.
Las personas comparadoras son tan ciegas y cerradas que no les entra en su cabeza que la vida, la casa y la propiedad de cada persona es diferente y que no tiene por qué ser igual a lo que tienen otras.
No entienden que cada persona ama y cuida lo que tiene, especialmente cuando le ha costado sudor y sacrificios tenerlo.
No entienden tampoco el valor moral que tiene para cada persona lo que tiene, sea su casa humilde u ostentosa y su propiedad grande o pequeña.
Las personas comparadoras tienen un cerebro tan pequeño y tan lejos de tener la paz de Dios, que no razonan que para cada persona lo que tiene es su palacio y que este tiene historia o que cuenta su vida y en muchos casos la de sus antecesores o de sus raíces.
Las personas comparadoras y humilladoras verdaderamente están ciegas y son muy pobres espiritualmente porque no pueden discernir la profundidad del valor que cada uno le da a lo suyo, que es su nido para descansar, para sentirse en paz, que es un sitio muy único construido a su manera de acuerdo a su gusto y a sus recursos.
En conlusión, cada persona tiene su palacio, y para mi, mi palacio es mi casa con Dios porque cuenta mi historia y la de mis antepasados. Es mi lugar único, mi nidito de paz en este mundo, en el que por fín; después de dar tantas vueltas en otro país y en otros lugares, al fin vivo en paz y sin deudas, y jamás permitiré que nadie se llegue con sus malas intensiones, con sus inseguridades ni con sus complejos a comparármelo con lo de los demás porque mi palacio, así como mi mundo, es muy mío y muy particular ó único.
Aquí en mi palacio, mi casa; mi espacio o mi nido soy libre con Dios del acoso materialista y ambicioso del mundo, así como del acoso o de la manipulación que personas orgullosas y narcisistas!, que siempre quieren aplastar a los demás para hacer comparaciones y así sentirse superiores a otros.
Aquí soy libre de esas personas enfermizas sedientas de fama; dinero y poder que quieren hacer o manipular a los demás y al mundo entero para que todos sean como ellas, que mantengan su mirada en ellas y que se olviden de darle vida a su mundo individual con Dios, para que pasen a formar parte de un mundo global sometido bajo el poder del Príncipe de Las Tinieblas y sus servidores. Un mundo en el que todos son exclavos llenos de deudas de por vida, en el que nunca tienen paz porque o rentan o compraron su casa tan grande y lujosa que nunca terminan de pagar el alto mortage o pago que le cobran mensualmente para ir amortizando o pagando su deuda, y que, en cualquier momento, si por alguna razón no pueden pagarla la pierden.
Mi casa para mi es mi palacio y cuenta mi historia, la de mis hijos y mi familia y cada día me ocupo en ir marcando en ella o él nuestras propias huellas, y asimismo, pienso que cada persona debe de luchar por librarse del mundo de los enfermizos comparadores y de los que rentan para que cada una pueda tener, así como yo, su propio palacio y mantenerse muy despierta con la sabiduría de Dios para conservarlo.