Por © Cira Arroyo Fuentes, 26/04/2021, 10:10 am
Le pese a quien le pese, le incomode a quien le incomode y pase lo que pase, hay que darle la cara a la vida, existir con la libertad que Dios nos da a cualquier edad, con los recursos que tenemos y a como podamos, y dejar nuestras huellas bien marcadas con el propósito de vida que tenemos y el estudio o arte que hemos desarrollado con la ayuda de Dios, que nos ha dado dones y talentos individuales para realizar nuestros sueños o metas.
Nadie tiene por que esconderse en un camarín y no hacer nada, por temor a personas orgullosas, amargadas, amenazantes y con baja autoestima, que todo lo que hacen los demás les incomoda y sólo críticas destructivas saben decirles para buscar bajarles la autoestima y amargarles la vida a los demás también.
Hay que ignorar a estas personas que sólo andan destilando veneno, así como muerte espiritual y hasta física por donde quiera que pasan porque les incomoda la felicidad, la tranquilidad, lo que son y hacen otros, y son como piedras aplastantes que no quieren dejar a los demás ser, hacer y opinar.
Hay que tener autoestima, ser fuertes con Dios, levantar nuestra cabeza con sumo positivismo, creer firmemente en lo que somos y hacemos, seguir adelante fluyendo, dando lo mejor, y a estas personas que sólo son piedras de tropiezo hay que ignorarlas o esquibarlas, como si no existieran.
En las redes sociales y en todas partes abunda la gente así, que no pica leña ni presta el hacha y busca la amistad de los demás por saber todo de ellos, no para motivarlos ni ayudarlos, sino para desmotivarlos y aplastarlos con la envidia y amargura que tienen y se les sale por todos los poros.
Defender nuestro propósito de vida, nuestros sueños y nuestra postura ante la vida es ser y existir.
Dios nos creó para que brillemos con Él, que motivemos a los semás, que propaguemos su amor y seamos luz y sal para otros.
Las personas que por temor a la gente negativa del mundo aplastante, no son y no hacen nada, dejan muy mal representado a Dios.
Hay que existir y dejar huellas bien marcadas con El Poder, Amor y gozo de Dios porque el hacer esto no es una opción, sino una obligación que tenemos ante Él, para que cuando nos llame a su presencia no le lleguemos con las manos vacías.
Nota: Ver La Parábola de los talentos en Mateo 25: 14-30.