Por © Cira Arroyo Fuentes, 7/8/2023, 6:34 p.m.
No hay nada en la vida que me haya ubicado mejor y que haya hecho que me mantenga pisando fuerte con los pies bien puestos sobre la tierra, de la que soy parte, y de la que ya siento anticipadamente que soy parte de su polvo, que reírme, divertirme y hablar sola conmigo misma en soledad, y reconocer con humildad, valentía, y desprendimiento mis imperfecciones que en lugar de irles en su contra, decidí seguirles la corriente y disfrutar al máximo de ellas.
Reírme, disfrutarme y entretenerme conmigo misma, descubriéndome cada vez más, me mantiene muy ocupada porque sé que es aprender a existir y experimentar en el camino más difícil de recorrer y aceptar que es el mío propio, que en el caso de los demás es el camino de ellos, en el que a casi nadie le gusta andar ni estar, sólo por el temor a estar solos consigo mismos; pero quienes hemos superado esto, sentimos que hemos encontrado un tesoro en el silencio y la soledad en el que está Dios.
Yo, en lugar de huir de la soledad la busco, soy feliz, me siento realizada, completa y con una gran paz; aunque me llamen solitaria, egoísta y ensimismada porque el ir redescubriéndome a solas constantemente, reconociendo mis errores y mis defectos, me mantiene tan ocupada, que evita que ponga mi mirada en otros.
No huyo de auto analizarme o auto criticarme aunque sé que es más difícil y me duele más en carne y espíritu propio ver mis errores porque Dios me los hace ver.
Si fuera una cobarde, huiría de mi misma y del Dios que habita en el silencio y la soledad, así como de pasar por el contínuo exámen que Él me hace a mi conciencia para alumbrarme y que vea bien mis pecados, errores y defectos antes de poner mi mirada o juzgar los de los demás.
Si fuera cobarde, pasaría de este trago amargo y lo pospondría para el último momento de mi vida y escogería el camino más fácil o menos duro y pesado, que es el ver los errores y defectos de los demás y reírme de ellos, evitando al máximo que otros pongan su mirada en mí, para que nadie me vea ni me saque los trapos sucios.
Por eso es mejor enfrentar la soledad, rendirle cuentas constantenente a Dios, alivianar mis cargas, pasar tiempo conmigo misma y con Él, distraerme, fluir con Él y reírme de mí y vivir examinándome al máximo, escuchando la voz y señales que envía cada miembro de mi cuerpo y atenderlas, para que no me quede tiempo de criticar ni reírme de nadie y aprovechar con gran alegría los momentos que escojo salir de la soledad, para disfrutar al máximo con alegría y positivismo de la compañía de los demás, sin criticarlos ni enjuiciarlos porque siempre estoy tan ocupada riéndome, analizándome a mi misma, solucionando mis problemas, liberándome de mis propias cargas, preocupada por mi misma, buscando llenarme de positivismo, en fin, estoy tan concentrada en resolver lo mío, y de sacar contínuamente la basura de mi ojo, que no tengo tiempo para resolver ni sacar la basura del ojo de los demás, que es a ellos a quienes les corresponde buscar a Dios para que les ayude a sacarla.
En conclusión, lo mejor para no amargarme ni permitir que nada ni nadie me robe el ánimo, es reírme de mi misma, de todas las travesuras que hago cuando estoy sola con Dios y de todo, para no complicarme la vida, ni complicársela a nadie y vivir en paz.