Nunca me he visualizado siendo otra, ...sino siendo sólo yo y escribiendo hasta morir.
Durmiendo o no durmiendo; pero naturalmente, sin necesidad de pastillas, de somníferos ni de drogas.
Sólo desobedezco al cuerpo cuando la inspiración me inunda y me hace perder la cabeza y la noción del tiempo, de la hora de comer y de dormir porque entro en un momento o estado de interiorismo, concentración y meditación hasta alcanzar un climax en el que nada ni nadie me para y me convierto como en una máquina escribiendo, fluyendo y dándole rienda suelta a todo lo que me nace en ese momento rápidamente, para no perder ninguna idea y desarrollar el tema que estoy tratando lo mejor que puedo, sin interrupciones, para no olvidar nada ni perder ningún detalle.
Por lo general, no paro hasta que termine, aunque sienta que he escrito mal palabras y que al final lo que halla escrito parezca un idioma irreconocible; pero se que después tendré tiempo para corregir y descifrar lo que escribí y a lo que no entiendo, lo invento con lo que vaya de acuerdo al tema; pero el nuevo inédito, como sea sale a la luz, ya correjido y cuando según mi criterio lo considere listo.
Al final, cuando termino, es cuando me doy cuenta del tiempo que ha pasado, que no he comido, que no he dormido ni he hecho nada más que escribir porque el cuerpo me avisa con un dolor de cabeza o con un mareo, que es lo único que hace que pare, que continúe en otro momento o que vuelva a terminarlo y hacerle todos los arreglos después, cuando mi cuerpo esté listo y descansado de nuevo.
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