El mundo exterior es limitado; pero nuestro mundo interior es ilimitado y extremamente enriquecedor.
Ambos son peligrosos y en ambos necesitamos de un guía o cuidador que nos proteja de todo mal; pero más lo necesitamos en nuestro mundo interior, en el que definitivamente no se puede viajar sin Dios o Jesucristo como piloto, para que nos proteja y dirija en nuestros viajes porque es más peligroso ahondar en el mundo espiritual que en el físico porque aquí es nuestro espíritu al que debemos cuidar.
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