Mi vida es tan extraña porque cuando me creo fuerte, capaz de cargar todo, sin necesitar de nadie y llevarme al mundo entero por delante es cuando la vida me sorprende con una experiencia dolorosa que me ubica y pone a prueba mi fortaleza.
Cuando se me mueve el piso y más mal me siento es cuando me quiebro, aflojo y reconozco ante Dios que soy débil, imperfecta y que sin Él nada soy, y es aquí cuando reconozco con humildad ante Él que soydébil y que ya no puedo más, cuando me vuelvo más fuerte de verdad.
No me importa decir que me vale ser débil y llorar en un mundo en el que todos dicen que tienes que ser fuerte, no quejarte por nada y ser valiente porque siento que si no me deshago y desahogo en lágrimas para vacíarme con frecuencia no puedo continuar.
No quiero ser fuerte como una piedra sin sentimientos sino que necesito llorar para liberarme, renovarme y no explotar por no sacar con llanto todo este vacío y este dolor que llevo dentro.
Necesito estar entregando a Dios todas mis cargas para que Él las lleve porque si no lo hago, siento que mi cuerpo ya no puede más.
Me vale nada que el mundo entero se de cuenta de que en mi aposento, cuando nadie me ve, soy débil, de que lloro y que me refugio en los brazos de Dios para que Él me consuele porque El Príncipe de las Tinieblas, que es el espíritu que gobierna al mundo, es quien busca saturar de materialismo y estrés a las personas, y no les permite a las personas mostrar sus debilidades porque sólo quuere que se muestren fuertes, sin doblegos para convertirlas en una bomba de tiempo seca a punto explotar y acabar con todos; pero yo con Cristo escapo de sus garras.
Es aquí en mi aposento cuando me doy cuenta de que de nada me sirve saturarme de actividades, ni hacer un montón de ejercicios ni ir a muchos lugares para distraerme, desestresarme con mucha gente psrs mostrarle al mundo que soy una mujer fuerte, si apenas llego a casa vuelvo a mi realidad y me vuelvo a sentir mal porque no he arrancado de raíz los problemas que estoy cargando que son los que me estresan y si no se los entrego a Dios para que Él los cargue no puedo más.
Y es aquí, en confianza con Dios, cuando puedo sacar aunque sea una lágrima o llorar a cántaros, cuando me doy cuenta de que lo único que necesito para liberarme es ser humilde, hablar con Él, tener fe en que sólo Él puede ayudarme a desahogarme, entregarle mis cargas y que no necesito hacer nada más qye provenga del bullicio del mundo para estar tranquila, relajada y en paz.
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