Vivir con alguien sin amor y tener que fingírlo a su pareja y ante todos, es como vivir en una cárcel o en un infierno en vida, en el cual la persona para soportarlo, tiene que buscar una válvula de escape, sea llenándose de trabajo y de compromisos hasta el cansancio para no pensar, o buscar caminos tangentes para escaparse de su realidad, viviendo aventuras pasajeras y fantasías, cuantas veces lo sienta necesario, para desahogarse porque ya no aguanta su situación y esperar a que el tiempo y la vida pasen, para poder cumplir hasta el fin la condena que ella misma se buscó.
Hacer esto es sólo engañar a su pareja, a los demás y a sí mismo (algo muy difícil de hacer) porque pueden ser actores ante el mundo; pero a Dios jamás lo engañan.
Cuando en una pareja no hay un amor verdadero, de parte de los dos, o de uno sí; pero el otro no, ó están juntos sólo por los hijos, por su familia ó por guardar las apariencias ante sus hijos, su familia y la sociedad, por más que quieran no lo pueden disimular porque hasta la misma naturaleza lo percibe y su hogar por algún lado lo refleja.
Un hogar viviendo una falsa así, por más que quieran, no es un hogar felíz y corre el peligro de que los dos o uno de los dos se vuelva adúltero como medida de escape.
Lo único cierto es que la realidad de lo que se vive en un hogar, afecta tanto a la pareja como a todos en la casa y la reflejan por más que quieran ocultarla.
Habrán muchos que por no tener valor de acabar con la falsa, perduran viviendo así toda la vida; pero otros si tienen valor, se deciden a divorciarse, se liberan de sus cargas, terminan con el teatro y sus familias viven más tranquilas enfrentando la realidad que viviendo en una infernal mentira y actuación enfermiza por el resto de su vida.
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