Escrito por © Cira Arroyo Fuentes 07/11/2013 2:24 a.m.
Todo comienza como una travesura de color de rosa y se empieza a hacer lo que nuestros padres, tutores, familiares, seres queridos y Dios nos ha prohibido hacer, sea por capricho o por una apuesta que hemos realizado con alguien.
Así se empieza a experimentar por puro vacilón entre amigos con juegos atrevidos a tomar primeramente un poco de licor, a jugar con competencias para ver quién aprende a golpear más rápido un cigarro y más tarde conforme pasa el tiempo a aventurarse emborrachándose cada vez más y a usar drogas que son más fuertes cada vez.
Y mientras se experimenta con todo esto se pierde cada vez más la vergüenza y la moral, porque se peca a diestra y siniestra cayendo ciegamente en todo lodo que el mal ponga por delante.
Al principio todo eso prohibido sabe tan dulce como la miel causando gran placer al cuerpo, se sigue practicando hasta que te tiene atrapado.
El maligno hace que el pecado no duela al comienzo para poderte engañar y el que ha jugado con fuego empieza a hacer adicto a todos estos vicios malignos que luego se convierten en una pesadilla, porque por voluntad propia es muy difícil desecharlos.
Sólo Jesús puede liberarte de estos dardos y saetas que el maligno te ha mandado para destruirte, si lo aceptas en tu corazón como tu único y amado salvador.
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