© Cira Arroyo Fuentes 16/05/2019 02:00 p.m.
La vida, y todos los maestros que he tenido desde mi infancia hasta hoy, me han enseñado a amar las letras y las palabras porque ellas hacen el milagro de crear, inventar y armar diferentes obras literarias para que se mantengan vivas en el tiempo con todas las inspiraciones y conocimientos que durante toda mi vida Dios me ha dado con tanto amor por medio de muchas personas para que los comparta con los demás.
Las palabras viajan lejos, más de lo que puedo imaginar, tanto territorialmente como a través del tiempo, beneficiando o perjudicando a todo cuerpo y espíritu, y conquistan o impactan con poder a corazones de toda edad, todo lugar y toda generación, por eso es una gran responsabilidad la que tiene cada escritor, de sembrar todo el bien que puede en todas las personas y en todo con ellas.
No debemos de escribir sólo por lucirnos, sino con propósito, dándole a cada palabra y cada pensamiento el sentido, valor y respeto que se merecen porque son embajadoras que en viceversa deben llegar y tratar de igual manera a quienes las leen o escuchan porque tienen poder y viven por sí solas, más allá de nuestra propia existencia.
Las palabras son un milagro que nos representa, no nosotros a ellas porque no vamos a vivir por siempre para darlas a conocer, sino que el valor, significado y propósito del que las llenamos para que se propaguen, es lo que las hará moverse de un lado a otro con rapidez, seguridad y carácter, de persona en persona, marcando huellas fuertes e inolvidables donde estén o por donde pasen, si un verdadero tesoro de sabiduría está implícito o depositado en ellas para que vivan por siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Siéntanse libres de dejar sus comentarios y sugestiones. Bendiciones