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miércoles, 30 de agosto de 2017

El amor es como un niño soñador




© Cira Arroyo Fuentes   22/08/2017   10:35 a.m.

    El amor es como un niño y con nuestro corazón lleno de amor,  nos sentimos con un espíritu de niño, y cuando nos enamoramos con el amor del mundo nos extraviamos, por nuestros deseos de vivir al máximo lo que sentimos perdiendo la razón a cualquier edad que nos enamoremos, provocando que hagamos un alto en el tiempo olvidándonos de todo, haciéndonos actuar nerviosa, inmadura y alocadamente con la persona que amamos.

El amor es como un niño soñador que vive en nuestro interior: nos hace saber que lo único imposible es sólo aquello que no intentamos hacer, por eso perseveramos con constancia y disciplina para luchar con fuerza y fe por nuestros sueños, sin perder nunca la esperanza, dando y arriesgando todo, con tal de hacerlos realidad algún día; que es lo que nos hace esforzarnos por surgir para mantenernos siempre sanos, jóvenes y vivos tanto en cuerpo como en espíritu.

El amor hace que veamos la vida bella, de color de rosa y que sintamos que vivimos como en un paraíso, sin importarnos la edad, tamaño, nivel social, raza, lengua, etc de la persona que amamos.

Hace que perdamos la noción todo, del tiempo, lugar y hora en que estamos, que nos centremos en esa persona que amamos nos olvidemos del resto de las cosas y quedamos como ciegos, bobos y tontos, y sólo Dios puede ponernos límites y pararnos de no salir como un caballo o yegua de manera desbocada en busca de nuestro amor.

El amor nos rejuvenece y nos da deseos de vivir plenamente, de lanzarnos con fuerza hasta a ciegas, por conseguir a quien queremos, sin perder el tiempo, yendo al grano porque la vida es muy corta.

Sentir el ambiente que el amor por una persona nos hace vivir, aunque esta persona que amamos no esté con nosotros es precioso y doloroso a la vez, si no somos correspondidos, pero aún así, es maravilloso vivirlo porque nos hace sentir que estamos vivos.

Lo importante es, que aún soñando nos mantengamos con los pies bien puestos sobre la tierra, para no morir en el intento, porque si ese amor se nos da y se nos hace realidad perfecto, pero si no, nos quedamos con la satisfacción de saber que estamos vivos, que todavía sentimos como los niños, que nos abrimos con fe al amor y a creer en él, guardando la esperanza de que nuestro corazón, siempre, en todo momento, está en capacidad de darse y amar plenamente a alguien por quien nos nazca amar, porque es amar en sí, el sentimiento más sublime, y las vivencias que nuestro corazón por sí solo nos hace experimentar cuando amamos a alguien son hermosas y nada ni nadie nos las puede quitar.

Amar y no ser correspondido es triste, pero peor aún es el no arriezgarnos a sentir ese amor, porque un corazón cerrado al amor, seco, amargado y dormido que nunca se despierta ante la llamada del amor, es un corazón muerto.

Gracias a Dios el amor verdadero que vive de primero en el corazón de los que tenemos corazón de niño, es más fuerte que el amor del mundo que llegó después, al que por descuido le abrimos la puerta, y este amor verdadero y sublime que ya teníamos, es el que hace que veamos y sintamos por causa del dolor y rechazo que sentimos, que recuperemos nuestra fe y esperanza para que meditemos como si estuviéramos sumergidos en un paisaje dentro de un celaje, en medio de la oscuridad de un valle de sombras al principio, lleno de desamores, tristezas y dolores por causa de personas que han huido de nuestra presencia para no darnos la cara. Personas que se burlaron de nosotros o nos engañaron con ilusiones pasajeras llenas de mentira, pero estas malas vivencias que pudieron destruirnos, nos nos van a apartar del camino que Dios ya nos tiene trazado, si en medio de todo esto permanecemos siempre con fuerza en su amor, viendo más allá, a esa luz de esperanza aunque sea a lo lejos, en el horizonte, como un sol radiante lleno de luz que nos alumbra y nos hace mantenernos en pie y vivos en medio de la tormenta o cualquier situación por la que estemos pasando que venga desenfrenadamente a querer arrasar con nosotros.

Una luz, que es la de Dios, quien es nuestra vida, nuestra brújula, nuestro camino a seguir, para que ignoremos y olvidemos cualquier cosa que en la oscuridad quiera destruirnos o matar el verdadero amor que ya vive en nuestro corazón, que es el que nos protege porque es de donde realmente mana la vida.